MODULO III:
CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE LA VICTIMA
Agredido o Victima pasiva
Habitualmente, son niños que no disponen de recursos o habilidades para reaccionar, son poco sociables, sensibles y frágiles, son los esclavos del grupo, y no saben revirar por vergüenza o por conformismo, siendo muy perjudicados por la amenazas y agresiones.
La personalidad del agredido, más difícil de precisar y que no justifica que sea objeto de vejaciones, suele ser la de un niño identificado como víctima, débil, inseguro y con bajos niveles de autoestima. Se caracterizan por falta de competencia social, la cual se refleja en una carencia de asertividad; es decir, dificultad para saber comunicar sus necesidades. Posiblemente sea un niño sobreprotegido en el ámbito familiar.
El perfil de un agredido o víctima pasiva suele ser el siguiente:
- En su apariencia física suelen presentar algún tipo de desventaja (complexión débil, obesidad…).
- Su rendimiento académico es superior al de los agresores y no tiene por qué ser peor al del resto de los compañeros.
- Muestran poca asertividad, mucha timidez, inseguridad y ansiedad.
- Se sienten sobreprotegidos por sus padres y con escasa independencia.
- Suelen ser ignorados o rechazados por sus compañeros en clase.
- Tienen dificultades para imponerse y ser escuchados en el grupo de compañeros.
El niño agredido vive normalmente en una situación social de aislamiento (con frecuencia no tiene ni un solo amigo entre los compañeros); en relación a lo cual cabe considerar su escasa asertividad y dificultad de comunicación, así como su baja popularidad, que según algunos estudios llega a ser incluso inferior a la de los agresores. Para explicarlo, conviene tener en cuenta que la falta de amigos puede originar el inicio de la victimización, y que ésta puede hacer que disminuya aún más la popularidad de quién la sufre.
Estos niños suelen tener una conducta muy pasiva, miedo ante la violencia y manifestación de vulnerabilidad (de no poder defenderse ante la intimidación), alta ansiedad (a veces incluso miedo al contacto físico y a la actividad deportiva), inseguridad y baja autoestima; características que cabe relacionar con la tendencia observada en algunas investigaciones en las víctimas pasivas a culpabilizarse de su situación y a negarla, debido probablemente a que la consideran más vergonzosa de lo que consideran su situación los agresores (que a veces parecen estar orgullosos de serlo), (Salmivalli et al., 1996).
Las victimas pasivas suelen poseer cierta orientación a los adultos, que cabe relacionar con el hecho observado en algunos estudios entre las víctimas pasivas de haber sido y/o estar siendo sobreprotegidas en su familia.
Los comportamientos y actitudes con los que hemos caracterizado al agresor hacen que su personalidad tenga las siguientes características:
- Personalidad insegura.
- Baja autoestima (causa y consecuencia del acoso escolar).
- Alto nivel de ansiedad.
- Débiles y sumisos.
- Introvertidos, tímidos y con dificultades de relación y de habilidades sociales.
- Inmaduro para su edad.
- Manifiestan o padecen indefensión aprendida. Algunos chicos/as parecen entrar en una espiral de victimización después de sufrir uno o dos episodios de agresión por parte de otros. Seguramente su incapacidad para afrontar un problema poco serio. Les lastimó la autoestima y empezaron a considerarse víctimas antes de serlo.
- Comienza teniendo trastornos psicológicos y trata de escaparse de la agresión. Protegiéndose con enfermedades imaginarias o somatizadas. Lo que puede derivar posteriormente en trastornos psiquiátricos. (Depresión, Ansiedad,…)
La conducta de las víctimas pasivas coincide con algunos de los problemas asociados al estereotipo femenino, como la fragilidad y la debilidad (Bosch Fiol, Esperanza; Ferrer Pérez, Victoria A., 2008). La situación de acoso es sufrida por igual por los chicos (que probablemente serán más estigmatizados por dichas características) y por las chicas (entre las que las características son más frecuentes pero menos estigmatizadoras). La asociación de dichas características con conductas infantiles permite explicar, por otra parte, por qué las víctimas pasivas disminuyen con la edad.
Dentro de las victimas, se han distinguido, al menos, dos subgrupos: los rechazados agresivos y los rechazados sumisos o no agresivos (Parkhurst y Asher, 1992). En la década de los 80 numerosas investigaciones constataron la estrecha relación entre el rechazo y la violencia (Bierman, 1986; Coie y Kupersmidt, 1983; Dodge, 1983), llegándose incluso a asumir que la conducta violenta constituía la principal causa de rechazo por el grupo de iguales (Dodge, Coie, Petit y Price, 1990), sin embargo, como venimos diciendo, en la actualidad el rechazo se ha vinculado, además de con la participación en comportamientos violentos, con las siguientes conductas problemáticas: la baja implicación en comportamientos prosociales, el comportamiento inmaduro, las conductas evitativas y los niveles elevados de síntomas depresivos y de ansiedad (Bierman, 2004).
Los adolescentes rechazados agresivos muestran un estilo comportamental fundamentalmente violento, mientras que los rechazados sumisos se caracterizan principalmente por la falta de asertividad social, el aislamiento social y la no participación en comportamientos violentos (Astor, Pitner, Benbenishty, y Meyer, 2002; French, 1988; Rubin, Bukowski, y Parker, 1998; Verschueren y Marcoen, 2002).
Reflejan dos maneras distintas de reaccionar frente al acoso y agresión por parte de sus compañeros:
- Por un lado, la víctima puede interpretar la victimización como una experiencia crítica muy traumática que, junto con su tendencia al retraimiento, mine su autoconcepto y desemboque en síntomas depresivos y sentimientos de soledad; esta víctima se conoce con el nombre de víctima pasiva o sumisa.
- Por otro lado, es posible que la víctima desarrolle actitudes tan negativas hacia sus iguales que, junto con una tendencia a la impulsividad, desencadene una reacción agresiva hacia sus propios agresores; ésta sería la víctima provocativa o agresiva (Crick, Grotpeter y Rockhill, 1999).
Ambos tipos de víctimas presentan algunas características en común, como su situación social de aislamiento en la escuela y su impopularidad entre los compañeros, y algunas características propias, como vemos en las descripciones anteriores donde se recogen los resultados obtenidos en los trabajos de Criado, del Amo, Fernández y González (2002), Defensor del Pueblo (1999), Díaz-Aguado (2002) y Griffin y Gross (2004).
Los alumnos elegidos como víctimas por los bully lo pasan verdaderamente muy mal, y sufren daños morales y físicos. La situación que les atenaza les provoca, de un modo duradero, altos niveles de ansiedad y una considerable tensión nerviosa, materializada en síntomas físicos como dolores de estómago y de cabeza, pesadillas, ataques de ansiedad…, que pueden ir acompañados por trastornos de su comportamiento social tales como rabietas, negativismo, acentuación de su timidez, fobia y miedo hacia la escuela. Es perfectamente comprensible que una personalidad en formación, caracterizada por su falta de agresividad, sus dificultades de resistencia a la contrariedad o la presión, no pueda responder “contra” el agresor y canalice hacia sí misma la incomodidad, el miedo o el terror que siente.
Los adolescentes rechazados socialmente en la escuela son aquellos que resultan desagradables para la mayoría de sus iguales. En diversas investigaciones se ha mostrado que estos adolescentes se implican con mayor frecuencia en comportamientos violentos que suponen la violación de reglas institucionales y suelen presentar relaciones más conflictivas con sus compañeros y profesores, en comparación con aquellos adolescentes sin problemas de rechazo escolar (Coie, Dodge y Kupersmitdt, 1990; Gifford-Smith y Brownell, 2003; Maag, Vasa, Reid y Torrey, 1995; Newcomb, Bukowski y Pattee, 1993). Estos estudios también han mostrado que, sin embargo, la agresión no es la única causa de que estos adolescentes sean rechazados, sino que más bien se trataría de la combinación de elevados niveles de violencia con bajos niveles de competencia social. Además, los adolescentes rechazados presentan normalmente más problemas de aislamiento social, depresión y ansiedad, lo que también puede contribuir a que el adolescente sea poco aceptado socialmente en el aula. (Cava y Musitu, 2000; Estévez, Martínez y Jiménez, 2003; Ladd, 1999):
CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DEL AGRESOR
Agresor o Victima activa
Cabe aclarar que en la mayoría de los estudios realizados sobre este tema se menciona la necesidad de diferenciar distintos tipos de víctimas, incluyendo como victima al agresor.
Normalmente, el agresor tiene un comportamiento provocador y de intimidación permanente. Posee un modelo agresivo en la resolución de conflictos, presenta dificultad de ponerse en el lugar del otro, vive una relación familiar poco afectiva, y tiene muy poca empatía.
Según los expertos criminalistas y psicólogos (Avilés, J.M.), un niño puede ser autor de Bullying cuando solo espera y quiere que hagan siempre su voluntad, cuando le gusta probar la sensación de poder, cuando no se siente bien o no disfruta con otros niños, si sufre intimidaciones o algún tipo de abuso en casa, en la escuela o en la familia, cuando es frecuentemente humillado por los adultos, o cuando vive bajo constante presión para que tenga éxito en sus actividades. Los agresores ejercen su acción contra su víctima de diversas formas: les golpean, les molestan, provocan, acosan con empujones y golpes, les nombran de una forma desagradable o despectiva, les generan rumores, mentiras o bulos, les aíslan del grupo, les ofenden y les anulan.
Normalmente, los jóvenes agresivos no agreden delante de los adultos, por lo tanto los profesores y padres desconocen la existencia de estos comportamientos agresivos y desafortunadamente no pueden hacer algo para detener a los agresores o ayudar a los jóvenes que están siendo agredidos. El comportamiento agresivo no es normal y no debe ser considerado como que “es cosa de niños.”
Tiene tendencia al abuso de poder y el deseo de intimidar y dominar, apoyados en una sensación de superioridad -sobre todo física hacia la víctima. Esta tendencia es persistente y termina provocando la consolidación de la conducta, con lo que se supera lo que podrían ser situaciones meramente episódicas. Es decir, los alumnos bully se caracterizan por una agresividad estable, que se configura como característica conductual y da como resultado, entre otros, la desadaptación y el distanciamiento de los objetivos escolares.
La materialización de lo anteriormente señalado es muy expresiva: agresiones a estudiantes débiles o indefensos, episodios de intimidación, la colocación de motes, las conductas ridiculizadoras, los golpes y empujones, los daños a las pertenencias de los compañeros. De nuevo debemos advertir que los alumnos bully pueden ser, en muchos casos, los meros organizadores, instigadores u ordenadores para que otros alumnos sean los actores directos de las conductas agresivas (no es impensable que alumnos víctimas se vean obligados a ello, dentro de su proceso de opresión y como búsqueda de un medio que les permita congraciarse con el agresor).
En definitiva, el alumno bully es físicamente fuerte, de igual o mayor edad que la víctima (recuérdese lo señalado acerca de su necesaria conciencia de superioridad cierta); necesita dominar, tener y sentir su poder. Por otra parte, su comportamiento presenta características que también pueden ayudar a su localización: tienen un temperamento fuerte, dado al enojo, poco dúctil al diálogo o a la modificación de pautas (lo asumen como una debilidad que atenta a su posición de dominio), lo que se materializa en una impulsividad que concreta actitudes desafiantes hacia los adultos; baja tolerancia a la frustración (lo que puede provocar un mayor ensañamiento con las víctimas si éstas oponen algún tipo de resistencia); su autoestima es baja, aunque ellos están convencidos de que sus actos les fortalecen y de que persistir en ellos ratifica y potencia su fortaleza, su capacidad de autoafirmación. Todo ello no es de extrañar que provoque otras consecuencias: las víctimas les ven como malvados y duros (en el fondo esto refuerza al alumno bully), es normal su temprana participación en otros comportamientos antisociales ajenos a la agresión concretada sobre una o varias víctimas.
Todo ello les hace poco soportados por el resto de alumnos, aunque su popularidad puede ser variable (no olvidemos que en determinados niveles y en determinados colectivos de alumnos la capacidad de oposición a la jerarquía académica o la capacidad de presión sobre los semejantes de los alumnos bully puede despertar cierta admiración, aunque no se comparta su manera de ser). Además, sobre todo en los cursos elevados de secundaria, una clara actitud negativa hacia la escuela pueda ser apreciada en estos alumnos.
El perfil de un agresor o víctima activa suele ser el siguiente:
- Es frecuente que sean repetidores y de edad superior a la media de la clase.
- Su rendimiento escolar es bajo.
- Muestran una actitud negativa hacia la escuela.
- Suelen ser más fuertes físicamente que sus víctimas.
- Muestran poca empatía hacia las víctimas.
- Presentan altos niveles de impulsividad.
- Sienten la necesidad de dominar a otros mediante el poder y la amenaza.
- Toleran mal las frustraciones.
- Les cuesta aceptar las normas sociales.
- Presentan una actitud hostil y desafiante con padres y profesores.
- Perciben escaso apoyo y supervisión parental.
- Informan de frecuentes conflictos familiares, de autoritarismo y hostilidad.
- No acatan las normas sociales.
- Tienen una opinión relativamente positiva de sí mismos: presentan una autoestima media o incluso alta.
- Tienen un grupo pequeño de amigos (dos o tres) que les apoyan.
- Son más populares entre sus compañeros que las víctimas.
Además, el agresor suele presentar cuatro necesidades básicas que se resumen en el siguiente esquema (Rodríguez, 2004):
- Necesidad de protagonismo: El agresor suele tener la necesidad de ser visto y aceptado, de que le presten atención.
- Necesidad de sentirse superior: La mayoría de los agresores sienten un enorme deseo de ser más fuertes y poderosos que los demás.
- Necesidad de sentirse diferente: Los agresores suelen crearse una reputación y una identidad particular en el grupo de iguales que les rodea; pretenden ser diferentes y rechazan todo aquello que no es igual o similar a la imagen que han creado.
- Necesidad de llenar un vacío emocional: Los agresores no son capaces de emocionarse o reaccionar con afecto ante los estímulos diarios; por el contrario, persiguen constantemente nuevas vivencias y sensaciones que muchas veces logran únicamente cuando crean su propio “espectáculo”.
Los comportamientos y actitudes con los que hemos caracterizado al agresor hacen que su personalidad tenga las siguientes características:
- Agresivo y fuerte impulsividad.
- Ausencia de empatía.
- Poco control de la ira.
- Percepción errónea de la intencionalidad de los demás: siempre de conflicto y agresión hacia él.
- Autosuficiente
- Capacidad exculpatoria.Sin sentimiento de culpabilidad.
- Bajo nivel de resistencia a la frustración.
- Escasamente reflexivo o hiperactivo.
- Incapacidad para aceptar normas y convenciones negociadas.
- Déficit en habilidades sociales y resolución de conflictos
- Su evolución en el futuro puede derivar si no se trata hacia la delincuencia o la agresión familiar.
CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DEL ESPECTADOR
Los compañeros espectadores
Los espectadores o testigos del maltrato entre iguales son de forma mayoritaria los compañeros de las víctimas y de los agresores. Entre los espectadores suele producirse una inhibición a intervenir ante las situaciones de maltrato. Esta inhibición está motivada por el miedo a ser incluido en la agresión o en el círculo de la victimización. En las respuestas a una encuesta, el 30% de los testigos “intentó ayudar a la víctima”, mientras que el 70% no intentó intervenir. Desglosada esta cifra, el 40% no hizo nada porque “no era de su incumbencia”, y el 30% no ayudó aunque “sintieron que deberían hacerlo”, probablemente por temor a ser víctimas. Hay una intención que no se traduce en conducta, lo que podría ser modificado. (Glew, Rivara, Feudtner, 2000).
Los espectadores o testigos del maltrato entre iguales son de forma mayoritaria los compañeros de las víctimas y de los agresores. Entre los espectadores suele producirse una inhibición a intervenir ante las situaciones de maltrato. Esta inhibición está motivada por el miedo a ser incluido en la agresión o en el círculo de la victimización. En las respuestas a una encuesta, el 30% de los testigos “intentó ayudar a la víctima”, mientras que el 70% no intentó intervenir. Desglosada esta cifra, el 40% no hizo nada porque “no era de su incumbencia”, y el 30% no ayudó aunque “sintieron que deberían hacerlo”, probablemente por temor a ser víctimas. Hay una intención que no se traduce en conducta, lo que podría ser modificado. (Glew, Rivara, Feudtner, 2000).
Los agresores necesitan del silencio y la complicidad de los espectadores para continuar con su conducta. La violencia que ejercen sobre las víctimas tiene en los espectadores un efecto disuasorio que les impide denunciar, pero en numerosas ocasiones llega incluso a producirse un contagio social que hace que los espectadores se impliquen directa o indirectamente en la agresión.
Es frecuente la falta de apoyo por parte de los compañeros que, en el mejor de los casos observan sin intervenir (espectadores neutrales) y con demasiada frecuencia se añaden a las agresiones y amplifican el proceso (espectadores antiprosociales). Esto se explica desde dos vertientes: por una parte el miedo a sufrir las mismas consecuencias si apoyan a la víctima, (mientras le agreden a él, no se meten conmigo) y por otra por el fenómeno de contagio social que fomenta la participación en los actos de intimidación. También hay un grupo de compañeros (espectadores prosociales) que tratan de ayudar a la víctima.
Algunos expertos indican que el cambiar la actitud de los niños que son testigos, pero que no son víctimas del comportamiento agresivo, puede tener un gran impacto en los agresores.
Debido a que a los agresores les encanta tener una audiencia, el espectador o también conocido como mirón, que alienta o tolera hace que el agresor se sienta más fuerte y popular. La persuasión por medio de la dramatización puede ayudar a la juventud a reconocer una posible situación peligrosa. El mirón puede parar al agresor al decir simplemente: “Eso no es guay.” “No me impresiona.”
Es normal apreciar en sus conductas pautas de victimización “estable”, es decir, se trata de alumnos cuya manera de ser o de comportarse parece una “invitación” a que sus compañeros les hagan objeto de sus burlas o incluso de sus agresiones.
En una investigación de la Universidad de Murcia, Fuensanta Cerezo Ramírez trata de evaluar las variables de personalidad asociadas en la dinámica bullying (agresores versus víctimas) en niños y niñas de 10 a 15 años. Utiliza el Cuestionario de Personalidad para niños EPQ-J. (Eysenck y Eysenck. Adap. Seisdedos y Cordero), que contempla las siguientes escalas: N= Neuroticismo; E= Extraversión; P= Psicoticismo; S= Sinceridad además de La Batería de Socialización BAS-3, de Silva y Martorell, cuyas escalas son: Autocontrol, Ansiedad-Timidez, Liderazgo y Sinceridad, para cada uno de los subgrupos.
En las situaciones de aprendizaje escolar se generan con frecuencia dinámicas de agresión y victimización que parecen contribuir a la conformación de estos patrones estables de conducta. En nuestro trabajo hemos analizado la asociación entre dimensiones de personalidad y de sociabilidad junto con variables específicas de la dinámica bullying para cada lado de la moneda. Los resultados nos permiten afirmar que, algunas dimensiones de la personalidad se revelan claramente diferenciadoras para cada uno de los sujetos implicados en una dinámica de agresión y victimización.
Precisando algunos elementos del perfil de los agresores, nuestras conclusiones apuntan a que, junto a algunos aspectos de tipo físico como el ser varón (en una proporción de tres a uno) y poseer una condición física fuerte, estos jóvenes establecen una dinámica relacional agresiva y generalmente violenta con aquellos que consideran débiles y cobardes. Se consideran líderes y sinceros, muestran una alta autoestima y considerable asertividad, rayando en ocasiones con la provocación.
Rasgos de Personalidad de Agresores y Victimas
La personalidad es un constructo psicológico, con el que nos referimos a un conjunto dinámico de características de una persona. También es conocida como un conjunto de características físicas, sociales y genéticas que determinan a un individuo y lo hacen único.
En cuanto a las variables de personalidad, encontramos que suelen presentar algunas dimensiones de personalidad específicas: elevado nivel de Psicoticismo, Extraversión y Sinceridad, junto a un nivel medio de Neuroticismo. (Variables de personalidad asociadas en la dinámica bullying en niños y niñas de 10 a 15 años, 2001)
Los sujetos que están en el otro lado de esta dinámica, -los víctimas-, los que suelen ser el blanco de los ataques hostiles sin mediar provocación, por el contrario, muestran rasgos específicos significativamente diferentes, incluyendo un aspecto físico destacable: su complexión débil, acompañada, en ocasiones, de algún tipo de handicap. Viven sus relaciones interpersonales con un alto grado de timidez que, en ocasiones les llevan al retraimiento y aislamiento social. Se autoevalúan poco sinceros, es decir, muestran una considerable tendencia a tener una alta puntuación en Neuroticismo junto con altos niveles de Ansiedad e Introversión, justo alcanzando valores opuestos a los agresores.
Según estos resultados, comparándolos con los obtenidos por Slee y Rigby (1993), se confirma la alta tendencia al psicoticismo, en los agresores. En cuanto a las víctimas, si hemos encontrado asociación entre víctimización y neuroticismo que estos autores no contrastaron y, por el contrario, nuestros datos no confirman la asociación con baja autoestima. Además disimulo. Entre los rasgos de personalidad des aparece la variable sinceridad como aspecto destacado de la personalidad del agresor, frente a las altas tasas de ansiedad y timidez del víctima.
Edad y género
Respecto del curso o edad en el que es más probable que se den este tipo de comportamientos, no existe consenso en la literatura científica actual. Los resultados aparentemente contradictorios sobre la edad de mayor incidencia del bullying pueden tener a la base en distintas concepciones y medidas del bullying que los investigadores deben tener en cuenta.
Algunos autores sostienen que las conductas de bullying o victimización son más frecuentes en la educación primaria (6-11 años) que en la secundaria (12-16 años) (Olweus, 1998; Borg, 1999), mientras que otros afirman que es estable a lo largo de toda la educación obligatoria o incluso más frecuente en la educación secundaria (Pellegrini, Bartini y Brooks., 1999).
Por otro lado, dentro de la educación secundaria, son numerosas las investigaciones que señalan el segundo ciclo (entre los 14 y los 16 años) como el más conflictivo (Cerezo, 1999; Cohen et al., 1993; Estévez, 2002; Estévez, Lila, Herrero, Musitu y Martínez, 2002; Lenssen, Doreleijers, Van Dijk y Hartman, 2000; Ortega, 1994).
Parece existir acuerdo en la idea de que después de los 16 años, generalmente, desciende la frecuencia de implicación en comportamientos de este tipo (Martín, Martínez, López, Martín y Martín, 1998).
Algunos autores como Eslea y Rees (2001) sugieren que a medida que el niño va entrando en la adolescencia concede más importancia a las agresiones directas, mientras que las indirectas pasan a un segundo plano y, por tanto, no las incluyen en su definición particular de bullying (y puede que no las reflejen en los cuestionarios o entrevistas de los investigadores). De hecho, parece ser que existe una escalada en el tipo de actos violentos cometidos por los adolescentes, de modo que normalmente participan en primer lugar en conductas que implican formas menos serias de agresión como molestar a los compañeros, para pasar posteriormente (sobre los 14-16 años) a comportamientos que implican más el contacto físico o la violencia abierta (Loeber y Stouthamer, 1998).
La mayoría de los estudios coinciden en apuntar que el bullying es un problema fundamentalmente masculino: los chicos suelen ser, más frecuentemente que las chicas, tanto agresores(Cerezo, 1999; Johnson y Lewis, 1999; Maccoby y Jacklin, 1974; Olweus, 1998), como víctimas de agresión en los centros escolares (Cleary, 2000; Glover, Gough, Jonson y Cartwright, 2000; Paetsch y Bertrand, 1999) o incluso agresores-víctimas conjuntamente (Kumpulainen, Rasanen y Puura, 2001). Tattum y Lane (1989), por ejemplo, encontraron en su estudio que los chicos se implican en conductas intimidatorias tres veces más que las chicas. También en nuestro país, la mayor parte de los estudios concluyen que los chicos agreden más en la escuela, sin embargo, recientemente se ha observado que en el rol de víctima están desapareciendo las diferencias por sexos (Ortega y Mora-Merchán, 2000).
Por otra parte, es posible que el predominio masculino en el bullying encontrado en la mayor parte de los trabajos, obedezca a un sesgo en las medidas de los estudios. Este hecho podría explicar por qué en aquellas investigaciones en las que se toman medidas de bullying considerando exclusivamente conductas agresivas directas y físicas, los chicos presenten una frecuencia de implicación muy superior a las chicas, mientras que aquéllas en las que se tiene en cuenta tanto la agresión directa como la indirecta (principalmente, la difusión de rumores y la exclusión social), las diferencias en función del sexo tienden a desaparecer (por ejemplo, Ahman y Smith, 1994; Andreou, 2000; Craig, 1998; Hoover y Juul, 1993). En este sentido, sería posible que chicos y chicas utilicen preferentemente distintos tipos de agresión pero en niveles similares, de modo que las diferencias entre ambos sean más cualitativas que cuantitativas (Kochenderfer-Ladd y Wardrop, 2001; Martín et al., 1998).
Distintas investigaciones ofrecen datos a favor de esta hipótesis y ponen de manifiesto que los chicos suelen utilizar más frecuentemente que las chicas la agresión física directa y el daño a pertenencias de otros compañeros, mientras que las chicas se decantan por formas de agresión más sutiles e indirectas como la intimidación, la manipulación y el aislamiento social; por último, chicos y chicas utilizan por igual la agresión verbal como poner motes o dejar en ridículo (Mynard y Joseph, 1998; Olweus, 1998; Ortega y Mora- Merchán, 2000).
CONSECUENCIAS DEL ACOSO ESCOLAR EN LA ESCUELA
Consecuencias a corto plazo
Agredidos
Tanto la victimización como el rechazo social en la escuela suponen importantes amenazas para el bienestar psicológico de niños y adolescentes, puesto que se trata de experiencias interpersonales sumamente estresantes para el individuo. De hecho, se ha comprobado en numerosas investigaciones que las víctimas de bullying y de rechazo escolar presentan:
- Una imagen general más negativa de sí mismas.
- Desórdenes de atención y aprendizaje.
- Desesperanza y pérdida de interés en sus actividades favoritas.
- Inhabilidad para disfrutar y falta de energía.
- Deficiente habilidad para relacionarse con los demás.
- Sensibilidad hacia el rechazo y las evaluaciones negativas de los demás.
- Síntomas depresivos y ansiedad.
- Quejas psicosomáticas como dolores de cabeza y problemas de insomnio.
En general, los estudiantes que sufren problemas de victimización o rechazo social en la escuela presentan más síntomas psicosomáticos y más desórdenes psiquiátricos que el resto de estudiantes. Además, estos problemas parecen persistir en el tiempo, por lo que muchos de estos estudiantes deben solicitar, finalmente,la ayuda y apoyo de profesionales de la salud mental.
En este sentido, en el estudio de Guterman y colaboradores (2002) se observó que las víctimas de bullyingpresentaban síntomas depresivos y problemas de ansiedad y estrés incluso después de transcurrido un añodesde el último episodio de maltrato.
Algunos investigadores sugieren que las consecuencias derivadas del bullyng gestan moduladas por algunos factores como el sexo de la víctima o el tipo de agresión –directa o manifiesta versus indirecta o relacional-. Por ejemplo, Prinstein y colaboradores (2001) han constatado que los chicos muestran más síntomas depresivoscuando son objeto de agresiones directas o manifiestas, mientras que la sintomatología depresiva es más común en las chicas que son objeto de agresión indirecta o relacional.
Puede que la agresión directa sea interpretada, en el caso de los chicos, como una muestra de debilidad y humillación más importante que para las chicas, y que ello provoque un mayor malestar en las víctimas. Sin embargo, la traición que implican los actos de agresión relacional afecta más marcadamente a las chicas.
Si la tipología de las agresiones es variada, sus consecuencias también lo son. Sobre todo porque la violenciano solo la sufren los acosados. También los agresores, los testigos, los profesores, el personal no docente, los padres, las madres, los hermanos, los familiares… La sociedad entera.
Los acosados pueden padecer bloqueos emocionales e intelectuales y alteraciones de conducta y socialesque les pueden llevar a finales apocalípticos como el de Jokin. Sufrimientos que no son transitorios y que pueden desafiar un desarrollo futuro normal.
La conciencia de culpa y la vergüenza son también reacciones habituales en la víctima de la violencia. Aunque los chicos que se encuentran en estas situaciones necesitan que alguien les escuche, tienen tendencia a no decir nada porque sienten una vergüenza muy fuerte de lo que les está pasando, unida a una cierta culpabilidad.
Acosadores y espectadores
Los acosadores, a su vez, además de enfrentarse a un problema tan serio como es barajar la violencia como medio para conseguir cualquier fin, ven incrementados el riesgo de convertirse en víctimas de su propia violencia y la probabilidad de delinquir en el futuro.
Y por último los testigos de la violencia pueden ver inhibida su capacidad de distinguir conductas positivas y negativas, aceptables o deleznables.
Las situaciones de acoso e intimidación tiene consecuencias tanto para las víctimas, los y las agresores y para los y las espectadores, e incluso en el contexto (escolar, familiar y social) en el que se produce. La violencia reduce la calidad de la vida de las personas, dificulta el logro de la mayoría de sus objetivos (aprendizaje, calidad del trabajo…) y hace que aumenten los problemas y tensiones que la provocaron, activando una escalada de graves consecuencias.
Consecuencias a medio plazo
Víctima
El reiterado sufrimiento de agresiones se relaciona con un mayor riesgo de sufrir trastornos de conducta o psicológicos. Si el bullying es repetitivo e intenso, las consecuencias se agravan. Las consecuencias más directas del bullying se pueden clasificar en personales, escolares y sociales:
- Escolares: Miedo y rechazo al contexto en el que se sufre la violencia. En el ámbito escolar se produce rechazo, miedo a ir a la escuela, por lo que se produce una disminución del rendimiento y una mayor probabilidad de fracasar escolarmente.
- Personales: La imagen que terminan teniendo de sí mismos puede llegar a ser muy negativa afectar a su autoestima, a su conducta y a su apariencia física. Enfrentarse al bullying supone enfrentarse a una situación de estrés. Algunas víctimas generan síntomas psicosomáticos, ansiedad y depresión. En algunos casos también puede desencadenar reacciones agresivas y en casos extremos, ideas o intentos de suicidio.
- Sociales: Pérdida de confianza en uno mismo y en los demás. El aislamiento, el menor número de amigos provoca la ausencia de redes de apoyo. En el futuro puede producir dificultades para establecer relaciones de intimidad y confianza con otras personas.
Agresores
- Escolares: Disminución del rendimiento escolar junto con un cambio en el comportamiento habitual.
- Personales: Disminuye su capacidad de comprensión moral y de empatía.
- Sociales: Aislamiento social, pueden llegar a ser rechazados por miedo, desprecio de sus conductas… por parte de los iguales. Además refuerza un estilo violento de interacción.
Las respuestas del alumnado testigo de situaciones de maltrato pueden ser variadas y pueden ir desde la indiferencia a la implicación, por ello las consecuencias dependerán de la actitud y la conducta que asuman. Pero en situaciones de bullying prolongado en las que no se produce intervención de personas adultas y en las que sienten incapacidad para intervenir y detener las agresiones, se pueden producir las siguientes consecuencias:
- Sensación de indefensión y de miedo a poder ser víctima de una agresión similar.
- Reducción de la empatía ante el sufrimiento de los otros.
- Aumenta la falta de sensibilidad, la apatía y la insolidaridad.
Las consecuencias del Bullying a medio-largo plazo repercuten tanto en las agresores como en los agredidos, de la siguiente manera (American Medical Association, Stevens et. Al, 2002)
Agresores
- Conducta antisocial y delincuencia o vandalismo, robos, ausentismo y uso de drogas.
- Patrón de conducta antisocial que continúa en adultez joven.
- Aumento en posibilidad de beber, fumar y ejecutar pobremente en la escuela.
- Cuatro veces más probabilidades de condena criminal a los 24 años.
- Experimentan dificultad en relaciones interpersonales en la adultez.
Agredidos
- Presentan ansiedad, depresión, pensamientos suicidas y aislamiento social.
- Perciben la escuela como un lugar inseguro y se ausentan.
- Tres cuartas partes de los estudiantes que han disparado en escuelas (37 escuelas) fueron acosados, amenazados, atacados por otros.
- Deterioro de la autoestima, fobia escolar e intentos de suicidio, con repercusiones negativas en el desarrollo de la personalidad, la socialización y la salud mental en general.
Los efectos a medio y largo plazo son de diversa índole y afectan tanto anímica como físicamente. Las consecuencias de la victimización escolar se presentan en un continuo que va desde la pérdida de la capacidad de establecer relaciones de amistad estables, de la confianza en los demás y en uno mismo hasta altos grados de depresión que, en ocasiones le lleva a desear “desaparecer”, en otras acrecienta un el deseo de “venganza”como fórmula de escape ante la violencia sufrida.
Algunos estudios como los realizados con estudiantes universitarios europeos por Mechthild Schäfer, et. al. (2004), ponen de relieve algunos de los efectos que puede provocar el haber sido objeto de bullying.
El estudio parte de la aplicación de un cuestionario retrospectivo donde se indaga sobre experiencias de victimización en la escuela, cómo fueron resueltas y hasta qué punto continúa en la actualidad en el lugar de trabajo o estudio. Los resultados arrojaron que el 28% había sido victimizado en la escuela, y las consecuenciasse recogen en diversas manifestaciones:
En cuanto a seguridad personal y psicopatologías:
- El 5% reconoció tener ideas recurrentes sobre las agresiones, produciendo trastornos de sueño, pérdida de apetito y ansiedad.
- La idea de suicidio fue recurrente: 9% “Si, una vez”; 13% si, más de una vez.
- El 23% se siente victimizado en la actualidad en su lugar de estudio o trabajo.
- En general mostraron un autoconcepto bajo y más vulnerables a la depresión.
Los efectos sobre la vida de relaciones apuntan lo siguiente:
- En las relaciones sociales se muestran aislados y con alto nivel de ansiedad.
- Tienen más dificultades para mantener amistades.
- Presentan problemas para confiar en los otros.
Las consecuencias para el agresor están en relación directa con su proceso de desadaptación escolar que se ve reforzado por la aprobación de un grupo de incondicionales, extendiendo su conducta antisocial a otras esferas de relación: familia y profesores. Además aglutina a otros sujetos que se encuentran en condiciones semejantes de desadaptación escolar, propiciando la actuación predelictiva y la adicción a las drogas.
Tratamiento
El primer objetivo será lograr que cese el acoso, interviniendo en el medio escolar y familiar. Paralelamente habrá que trabajar las múltiples consecuencias psicológicas que produce este tipo de acoso para restablecer la autoestima y la confianza de la víctima y trabajar las conductas desadaptadas de los agresores.
Los tratamientos que describimos a continuación se centran en las consecuencias del bullying a largo plazo.
Ansiedad
El objetivo de todas las técnicas que se utilizan es disminuir la ansiedad y aumentar la competencia del niño en la situación que se asocia con la ansiedad. El tratamiento siempre debe basarse en una evaluación integral del niño o adolescente y de la familia, ya que de los resultados de la evaluación se derivará el tratamiento y las técnicas a utilizar.
Fobia específica, escolar
Es uno de los problemas de ansiedad más frecuentes en los niños, y se caracterizan por la existencia de un temor exagerado e irracional a un objeto o situación determinada e interfieren de forma negativa las áreas del menor. En los niños, las fobias específicas más frecuentes son a los animales, a irse a dormir y/o la oscuridad y la fobia escolar.
A diferencia de los miedos evolutivos, las fobias específicas no desaparecen entre los seis y los ochos meses de haber aparecido.
Para el tratamiento tanto dela Ansiedad como de la Fobia escolar, las técnicas más utilizadas se exponen a continuación:
- Condicionamiento Clásico. Se determina una jerarquía de miedos y el niño se expone a los miedos de forma gradual, se usan respuestas incompatibles con la ansiedad como la relajación, comida, entre otras.
- Técnicas de Condicionamiento Operante, que se manejan las contingencias que desencadenan o mantienen el trastorno y ayudan a instaurar una conductas y eliminar otras.
- Aprendizaje por observación: se le enseña al niño conductas graduales de aproximación hacia la situación que genera ansiedad, y formas diferentes de afrontarla.
- Autoinstrucciones positivas: el objetivo es la anticipación de consecuencias positivas y disminuir el grado de temor al estímulo.
En el tratamiento para fobia social es importante entrenar al niño o adolescente en habilidades sociales.
Depresión Infantil
Supone una alteración del estado de ánimo de forma brusca, es decir, el niño sufre un cambio radical en su conducta habitual. Afecta aproximadamente a un 5% de los niños menores de trece años y la proporción de casos de depresión aumentan con la edad. Esta alteración se presenta de muchas formas, con grados y duración variados, y la sintomatología varía en función de la edad del menor, aunque de forma general se agrupa en: Síntomas emocionales, síntomas motores, síntomas cognitivos, síntomas somáticos.
De cara a no alargar el sufrimiento del menor y no cronificar el problema, es muy importante que los padres sepan identificar este problema. Para ello, es necesario conocer cuáles son las manifestaciones más significativas de este cuadro clínico: bajo rendimiento académico, aburrimiento constante, sensación de cansancio, pérdida de peso y/o apetito, problemas en el sueño, aislamiento social, sensación de inutilidad, hiperactividad y elevada irritabilidad.
No existe una única causa para la Depresión infantil sino que se produce por la interacción de factores sociales,familiares y bioquímicos. Entre las situaciones sociales y familiares más importantes están:
- Problemas con la familia
- Bajo apoyo o cohesión familiar
- Maltrato infantil
- Inadecuado control familiar (sobreprotección o ausencia de la misma)
- Mala comunicación o nula entre los miembros de la familia
- Aislamiento social
- Baja autoestima
- Problemas en el colegio o con amigos
La psicoterapia es uno de los tratamientos más eficaces para los problemas de estado de ánimo tanto en los niños como en los adolescentes. Para conseguir buenos resultados se necesita la implicación en la terapia de los padres o tutores y del niño. El tratamiento con los padres debe consistir en enseñarles habilidad específicas de comunicación efectiva, de solución de problemas familiares cotidianos y conflictos, cambio en las interacciones, habilidades personales de manejo de la ira y aumento de la autoestima del menor. El tratamiento con los niños y adolescentes va a consistir en enseñarles diferentes habilidades específicas para moderar sus síntomas de bajo estado de ánimo, habilidades de solución de problemas para afrontar las dificultades cotidianas y, por último, ayudarles a procesar la información de una forma más adaptativa.
Referencias bibliográfica
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[2] Andreou, 2000; Boivin, Poulin y Vitaro, 1994; Hawker y Boulton, 1996; Juvonen, Nishina y Graham, 2000; Kaltiala-Heno, Rimpela, Rantanen y Rimpela, 2000; Prinstein, Boergers y Vernberg, 2001; Rigby, 2000; Rodríguez, 2004; Seals y Young, 2003; Sharp, Thompson y Arora, 2000; Storch y Masia-Warner, 2004; Woodward y Fergusson, 1999
[3] Hecht, Inderbitzen, y Bukowski, 1998; Kumpulainen, Rasanen y Puura, 2001; William, Chambers, Logan y Robinson, 1996
EL CIBER- ACOSO Y SUS CARACTERÍSTICAS
El ciberbullying es el uso de los medios telemáticos (Internet, telefonía móvil y videojuegos online principalmente) para ejercer el acoso psicológico entre iguales. No se trata aquí el acoso o abuso de índole estrictamente sexual ni los casos en los que personas adultas intervienen.
¿Qué no es el ciberbullying?
Por tanto tiene que haber menores en ambos extremos del ataque para que se considere ciberbullying: si hay algún adulto, entonces estamos ante algún otro tipo de ciberacoso.
Tampoco se trata de adultos que engatusan a menores para encontrarse con ellos fuera de la Red o explotar sus imágenes sexuales. Aunque hay veces en que un/a menor comienza una campaña de ciberbullying que puede acabar implicando a adultos con intenciones sexuales.
¿Cuándo estamos ante un caso de ciberbullying?
Estamos ante un caso de ciberbullying cuando un o una menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otro/a mediante Internet, teléfonos móviles, consolas de juegos u otras tecnologías telemáticas.
Según el Estudio sobre hábitos seguros en el uso de las TIC por los menores publicado por el INTECO en Marzo de 2009 el ciberbullying se define como acoso entre iguales en el entorno TIC, e incluye actuaciones de chantaje, vejaciones e insultos de niños a otros niños..
¿Qué tiene que ver el ciberbullying con el bullying o acoso escolar?
No son tan similares como podría pensarse. En ambos se da un abuso entre iguales pero poco más tienen que ver en la mayoría de los casos. El ciberbullying atiende a otras causas, se manifiesta de formas muy diversas y sus estrategias de abordamiento y consecuencias también difieren. Sí es bastante posible que el bullying sea seguido de ciberbullying. También es posible que el ciberbullying pueda acabar también en una situación de bullying, pero desde luego esto último sí que es poco probable.
¿Por qué es especialmente grave el ciberbullying?
El anonimato, la no percepción directa e inmediata del daño causado y la adopción de roles imaginarios en la Red convierten al ciberbullying en un grave problema.
Sinónimos
Además de la adaptación del neologismo inglés (cyber-bullying) se utilizan en castellano otros términos para denominar al ciberbullying, combinando el prefijo ciber- o los adjetivos online o virtual con las palabras matonaje,matoneo o abuso, asociadas con la denominación de matones o abusones para los que efectúan el bullying. Así podemos encontrarnos con los siguientes sinónimos de ciberbullying: ciberabuso, cibermantonaje, cibermatoneo; abuso online, mantonaje online, matoneo online; abuso virtual, matonaje virtual, matoneo virtual. Además, en inglés también se utilizan e-bullying y online bullying.
¿Cómo se manifiesta el ciberbullying?
Las formas que adopta son muy variadas y sólo se encuentran limitadas por la pericia tecnológica y la imaginación de los menores acosadores, lo cual es poco esperanzador. Algunos ejemplos concretos podrían ser los siguientes:
- Colgar en Internet una imagen comprometida (real o efectuada mediante foto montajes) datos delicados, cosas que pueden perjudicar o avergonzar a la víctima y darlo a conocer en su entorno de relaciones.
- Dar de alta, con foto incluida, a la víctima en un web donde se trata de votar a la persona más fea, a la menos inteligente… y cargarle de puntos o votos para que aparezca en los primeros lugares.
- Crear un perfil o espacio falso en nombre de la víctima, en redes sociales o foros, donde se escriban a modo de confesiones en primera persona determinados acontecimientos personales, demandas explícitas de contactos sexuales…
- Dejar comentarios ofensivos en foros o participar agresivamente en chats haciéndose pasar por la víctima de manera que las reacciones vayan posteriormente dirigidas a quien ha sufrido la usurpación de personalidad.
- Dando de alta la dirección de correo electrónico en determinados sitios para que luego sea víctima de spam, de contactos con desconocidos…
- Usurpar su clave de correo electrónico para, además de cambiarla de forma que su legítimo propietario no lo pueda consultar, leer los mensajes que a su buzón le llegan violando su intimidad.
- Provocar a la víctima en servicios web que cuentan con una persona responsable de vigilar o moderar lo que allí pasa (chats, juegos online, comunidades virtuales…) para conseguir una reacción violenta que, una vez denunciada o evidenciada, le suponga la exclusión de quien realmente venía siendo la víctima.
- Hacer circular rumores en los cuales a la víctima se le suponga un comportamiento reprochable, ofensivo o desleal, de forma que sean otros quienes, sin poner en duda lo que leen, ejerzan sus propias formas de represalia o acoso.
- Enviar menajes amenazantes por e-mail o SMS, perseguir y acechar a la víctima en los lugares de Internet en los se relaciona de manera habitual provocándole una sensación de completo agobio.
CARACTERÍSTICAS:
- Falsa acusación: La mayoría de los acosadores intentan dañar la reputación de la víctima manipulando a gente contra él.
- Publicación de información falsa sobre las víctimas en sitios web. Pueden crear sus propias webs, páginas de redes sociales (páginas de Facebook), blogs o fotologs para este propósito. Mientras el foro donde se aloja no sea eliminado, puede perpetuar el acoso durante meses o años. Y aunque se elimine la web, todo lo que se publica en Internet se queda en la red.
- Recopilación de información sobre la víctima: Los ciberacosadores pueden espiar a los amigos de la víctima, su familia y compañeros de trabajo para obtener información personal. De esta forma saben el resultado de los correos difamatorios, y averiguan cuales son los rumores más creíbles de los que no crean ningún resultado.
- Envían de forma periódica correos difamatorios al entorno de la víctima para manipularlos.
- Manipulan a otros para que acosen a la víctima. La mayoría tratan de implicar a terceros en el hostigamiento. Si consigue este propósito, y consigue que otros hagan el trabajo sucio hostigándole, haciéndole fotos o vídeos comprometidos, es posible que use la identidad de éstos en las siguientes difamaciones, incrementando así la credibilidad de las falsas acusaciones, y manipulando al entorno para que crean que se lo merece. A menudo la víctima desconoce la existencia de estos hechos, debido al silencio de los testigos. Incluso el acosador puede decir que la víctima ya conoce estas fotos/vídeos, para intentar evitar que algún testigo le informe; incrementando así las sospechas y creando una falsa paranoia en la víctima.
- El acosador puede trasladar a Internet sus insultos y amenazas haciendo pública la identidad de la víctima en un foro determinado (blogs, websites), incluso facilitando en algunos casos sus teléfonos, de manera que gente extraña se puede adherir a la agresión.
- Quizá acuse a la víctima de haberle ofendido a él o a su familia de algún modo, o quizá publique su nombre y teléfono para animar a otros a su persecución.
- Falsa victimización. El ciberacosador puede alegar que la víctima le está acosando a él.
- Ataques sobre datos y equipos informáticos. Ellos pueden tratar de dañar el ordenador de la víctima enviando virus.
- Sin propósito legitimo: quiere decir que el acoso no tiene un propósito válido, sino aterrorizar a la víctima y algunos acosadores están persuadidos de que tienen una causa justa para acosarla, usualmente en la base de que la víctima merece ser castigada por algún error que dicen que ésta ha cometido.
- Repetición: quiere decir que el ataque no es un sólo un incidente aislado. Repetición es la clave del acoso en línea. Un ataque en línea aislado, aún cuando pueda estresar, no puede ser definido como acoso cibernético.
- Desamparo legal de estas formas de acoso, ya que aunque cierren una Web con contenido sobre la víctima, puede abrirse otra inmediatamente.
- El acoso se hace público, se abre a más personas rápidamente.
EL HAPPY SLAPPING Y SUS CARACTERÍSTICAS
Las nuevas tecnologías llegaron pretendiendo hacernos la vida mucho más fácil, con el fin de hacer “un mundo más feliz”.
Pero en ocasiones, esas nuevas tecnologías, son utilizadas para sacar lo peor del ser humano. En este caso para sacar el lado más cruel de los jóvenes, quienes sintiéndose anónimos e impunes en la red sacan su “lado oscuro”, valiéndose de lo que teóricamente pretendía facilitarles la vida y potenciar tanto sus actividades educativas como mejorar sus momentos lúdicos. Las nuevas tecnologías.
En esta entrada vamos a tratar una actividad que se ha extendido entre algunos adolescentes que han encontrado sus mejores ratos de divertimento grabando con sus terminales móviles cualquier actividad cruel, que se encuentran casualmente en la calle o simplemente provocando situaciones de extrema crueldad hacia otras personas, para grabarlas y compartirlas posteriormente entre sus círculos o a través de la red.
Estás grabaciones no tienen otro sentido que el de satisfacer su propio entretenimiento así como el cruento orgullo de ser el responsable de la grabación difundida.
Pero en ocasiones, esas nuevas tecnologías, son utilizadas para sacar lo peor del ser humano. En este caso para sacar el lado más cruel de los jóvenes, quienes sintiéndose anónimos e impunes en la red sacan su “lado oscuro”, valiéndose de lo que teóricamente pretendía facilitarles la vida y potenciar tanto sus actividades educativas como mejorar sus momentos lúdicos. Las nuevas tecnologías.
En esta entrada vamos a tratar una actividad que se ha extendido entre algunos adolescentes que han encontrado sus mejores ratos de divertimento grabando con sus terminales móviles cualquier actividad cruel, que se encuentran casualmente en la calle o simplemente provocando situaciones de extrema crueldad hacia otras personas, para grabarlas y compartirlas posteriormente entre sus círculos o a través de la red.
Estás grabaciones no tienen otro sentido que el de satisfacer su propio entretenimiento así como el cruento orgullo de ser el responsable de la grabación difundida.
Estas personas, denominados “happy slappers” (los del guantazo feliz o tortazo divertido) sorprenden a sus víctimas, que incluso a veces eligen al azar, a quienes comienzan dándoles un tortazo o guantazo, después las agresiones continuarán con verdaderas palizas e incluso vejaciones al máximo extremo.
Como ya se ha comentado, estos “bestias” normalmente elijen a sus víctimas al azar, en parques, calles poco habitadas, etc, sin embargo es muy común que entre sus víctimas se encuentren indigentes, personas que se encuentran en estado de embriaguez o bajo los efectos de las drogas y que no son conscientes de lo que sucede “a su alrededor”. Estas personas, a quienes pillan desprevenidos o incluso durmiendo en la calle, se convierten en una presa demasiado fácil para los agresores. Algunos recordaréis algún caso de agresiones de este tipo hacia mendigos, que aunque los “DELINCUENTES” manifiesten que su única intención era “pasar el rato molestándole“, finalmente la víctima ha terminado falleciendo (no tenéis más que buscar en las hemerotecas)
Otra de las características, de este salvaje y agresivo acoso, es que los agresores se justifican normalmente de que forma parte de un juego, de una actividad lúdica.
Este desgraciado y violento fenómeno es normalmente el detonante de graves consecuencias con secuelas psicológicas e incluso físicas para la víctima, dado el alto grado de agresividad que se infringe, pero las consecuencias PENALES GRAVES a las que se enfrentan los agresores no están, para nada, en consonancia con lo que para ellos es un juego, enfrentándose a penas de prisión o ingreso en centros especiales, en el caso de que los agresores sean menores de edad, recordemos la entrada sobre “La Responsabilidad Penal de los Menores”
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